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Una linda historia de vida

“Sueño con la paz mundial”


Efraín Wachs es un icono del deporte argentino: a los 91 años, compitió en el Mundial de Atletismo Master de Finlandia y consiguió seis medallas. Personaje emblemático en Tucumán, lugar que eligió para vivir, anhela correr hasta los 100 y espera ver, algún día, la paz mundial. Esta es su vida, presente, pasada y futura, siempre intensa, siempre con una sonrisa a donde quiera que vaya.

La cita tenía hora y lugar. La casa de su hija Clara, en Caballito, sería en donde nos encontraríamos para descubrir y repasar las distintas vivencias transitadas a lo largo de su vida. Ese primer encuentro, tan esperado, tardaba en llegar debido a los compromisos propios de un ganador de su talla. Maca, la fotógrafa, preocupada por la falta de luz, analizaba cada espacio para la foto perfecta mientras que Clara, mensaje de texto de por medio, reclamaba la vuelta de su padre. Ahí estábamos, ansiosos, expectantes, hasta que finalmente llegó el momento. Un conjunto celeste y blanco acompañaba el andar de Don Efraín Wachs, que, después de una larga sesión fotográfica en el Parque Centenario, se disponía a comenzar otra de las tantas entrevistas pactadas. Eso sí, sonrisa de por medio.

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Su infancia y su historia

El 12 de marzo de 1918, Moscú reemplazaba a San Petesburgo como capital de Rusia. Ese mismo día, a miles de kilómetros de allí, nació en Rosario Efraín Wachs, el mayor de cinco hermanos, hijo de Manuel Wachs y Fanny Banet, quiénes se conocieron en Argentina, a comienzos de siglo. Su padre era austriaco, militó en la Liga del Sur y escribió colaboraciones para el diario La Capital mientras que su madre nació en Egipto y fue la primera farmacéutica de Córdoba. “Mi relación con mis padres siempre fue muy buena. Nunca me faltó nada. Es más, cuando estuvo la II Guerra, en el ’39, yo colaboraba con mi sueldo porque mi padre era representante de firmas extranjeras y estaba todo parado”, anticipó Wachs. Los años pasan y marcan una profunda brecha con lo que acontece, pero para este personaje rosarino todo es un constante ayer. Su memoria no lo traiciona, por el contrario, lo mantiene vivo.

-¿Qué recordás de tu paso por la escuela?

Siempre me gustó estudiar. Era un chico aplicado. La escuela primaria la hice en el colegio Olegario V. Andrade y la secundaria en la Escuela Normal de Rosario porque quería ser maestro. Igual cuando terminé dí las equivalencias en el Colegio Nacional y el Comercial. Así que tengo tres títulos.

-¿Y tus amigos? ¿Cómo era tu relación?

Te digo algo: te puedo nombrar a mis 33 compañeros. Con todo el mundo me llevé y me llevo bien. Cuando cumplimos 60 años de egresados, organicé una reunión para reencontrarnos. Por suerte se pudo hacer y les dediqué una poesía que se titula ‘Recuerdo de mi familia’. Porque ellos también son mi familia.

Imágenes que van y vienen hacen que la nostalgia se adueñe del comedor en el que habla. Las palabras parecen perderse en la nada pero el grabador atestigua que semejante contenido debe perdurar en el tiempo. Clara, “Mimi” para él, le obliga a ponerse la campera, le trae un vaso de agua y un caramelo. Lo cuida. Todo el mundo lo hace. Hoy Efraín es de todos: lo que ha conseguido en Finlandia pone a la Argentina en los primeros planos a nivel mundial. Tantos días alejados de casa valieron la pena. Pero este suceso merece párrafo aparte. Quién lo reclama en este momento, además de un centenar de periodistas, es su mujer Miriam (86), santafesina radicada en Tucumán desde pequeña, que comparte la vida junto a su campeón hace 60 años. “En realidad hace 120. Son 60 míos y 60 de ella”, aclara, entre risas, y continúa: “A ella la conocí en Salta. Recuerdo que la primera pieza que bailamos fue un vals y al instante me enamoré”. Todo un galán que, junto a ella, tuvieron a Clara, a Manuel y a Eduardo, sus tres hijos que, a su vez, le han dado a Efraín ocho nietos. “Ojalá que pueda ver a mis bisnietos”, se entusiasma este contador que hoy sigue trabajando por su cuenta y ha prestado sus servicios por 40 años en el Banco Nación. “Trabajar en el banco me dio la posibilidad de conocer muchas provincias. De hecho, por viajar tanto, tuve que hacer la carrera de contador en el doble de tiempo porque sólo hacía tres materias y libres”, cuenta. Desde un principio, sus sueños y sus convicciones lo llevaban de acá para allá. Intenso.

Sus dos grandes pasiones: el atletismo y el ajedrez.

Con la vista en el techo, recordando detalles y jugando con la historia, Efraín vuelve a su infancia y la resume con tono firme y sin dudar. “A los tres años ya sabía leer y escribir. A los cinco, encontré un libro rojo, con letras doradas, de Emmanuel Lasker que era el campeón mundial de ajedrez. Leyendo el libro fue que aprendí a jugar”. Así empezó un largo camino de unos 65 años de vida. Ya en la escuela secundaria iba a un club de ajedrez muy humilde en el que fue aprendiendo y mejorando sus habilidades. “Todos los sábados se realizaban torneos ping pong con ventaja de tiempo y material por categoría”, dice. A los 20 años, con estudio y trabajo de por medio, Efraín vivió uno de los momentos más felices de su vida.

-¿Cómo fue ganarle al campeón del mundo Alexander Alekhine?

Mirá, yo había empezado a trabajar en el Banco Nación y me destinaron a Casilda. Ahí le gané a todos, era el campeón del lugar. En ese entonces, en 1938, el campeón mundial de ajedrez era Alexander Alekhine y había ido a Rosario para jugar contra diez jugadores de ahí, más el campeón de San Nicolás y de Casilda. Él se cuidó de los grandes jugadores. La partida conmigo fue la última, la más larga. Al final coroné y se enojó y tiró todas las piezas del tablero. No me quiso firmar la planilla.

Efraín se ríe. Se infla con el recuerdo y la emoción, por la hazaña conseguida. Y la historia continúa: integró, en varias oportunidades, el equipo tucumano de ajedrez y en la década del ’60, fue Presidente de la Federación de esa provincia durante cinco años. Y la lista sigue y sigue, pero a los 70 llegó a su fin.

-¿Por qué dejaste de jugar al ajedrez?

Cuando uno está en primera categoría, hay que seguir perfeccionándose. En todas partes del mundo aparecen variantes nuevas por lo que hay que estudiar. Y yo no tenía tiempo de estudiar. Entonces busqué algo más movido.

Había llegado el momento de los pantalones cortos. La edad es lo de menos, basta recurrir a la fórmula de este hincha de Rosario Central, Atlanta y San Martín (Tuc.): “Correr es vivir”. Su espíritu irradia las ganas propias de un niño que se asombra a medida que va conociendo el mundo.

-¿Por qué te inclinaste hacia el atletismo?

Porque el correr me hace sentir vivo. Disfruto físicamente como con el ajedrez disfrutaba intelectualmente. Es una fuente de satisfacción: me hizo conocer a un montón de amigos y el hecho de verlos bien a ellos y verme bien a mí, me pone contento. Es una disciplina que fomenta la amistad.

Serán muchos entonces los que habrán irradiado felicidad a lo largo de estos años. Sobretodo, entre el 28 de julio y el 8 de agosto, cuando se disputó la 18º edición del Mundial de Atletismo Master, en Lahti (Finlandia) en el que participaron 5.250 personas de 88 países diferentes. En la categoría mayores de 90, seis medallas, de diez posibles, fueron a colgar de uno de los 22 representantes argentinos en la competencia. Efraín ganó el Cross Country de 8k en 1:36:25, consiguió la presea plateada en salto en largo y en salto triple y coronó su actuación con tres bronces en los 1.500, 5.000 y 10.000 metros, detrás de su compatriota y amigo Ricardo Chiaparelli. “Este sueño no podría haber sido realidad sin la ayuda de mi primo Mauricio”, aseguró el representante de la Asociación Tucumana de Atletas Masters. La cosmética Silkey Mundial, empresa en la que Mauricio Wachs es director ejecutivo, fue la que hizo posible el viaje al afrontar todos los gastos.

Las medallas se lucen arriba de la mesa. La portada de un diario finlandés indica que nuestro querido representante es el hombre del momento, que todavía ve lejano su retiro.

-¿Cuáles son tus próximos proyectos?

En el próximo Mundial de California, quiero presentar un equipo argentino con cuatro integrantes de 90 años y poner a nuestro país en el primerísimo lugar ante el mundo. Y dos años después, en Porto Alegre, quiero presentar un equipo de 95 años aprovechando que es más cerquita. Y así seguir. Hasta los 100 pienso correr todas las pruebas.

Una consistencia absoluta. Inquebrantable. Lleva en su pecho, a flor de piel, ese mensaje que habla del carácter inclusivo del deporte, aquél que sostiene que la edad es sólo un número, el que recuerda que “viejos son los trapos”.

El tiempo se acaba y la oscuridad se va apoderando lentamente de nuestro alrededor. Lamentablemente se acerca el final de este breve recorrido de la vida de una gran persona. Y todo lo vivido lleva a una inevitable cuestión.

-¿Hay algo que te haya quedado por hacer?

Yo sueño con ver algún día la paz mundial. Que se acaben las guerras y haya tranquilidad en todos los países del mundo. Antes soñaba con ganar alguna prueba de un Mundial, ahora hay cosas más importantes.

Un campeón de la vida.

91 veces quiero

El 12 de marzo de este año, Efraín Wachs cumplió 91 años y decidió festejarlos de una manera muy particular: corrió su edad en recorridos de 100 mts. durante 93 minutos, en pleno centro histórico de San Miguel de Tucumán. “Cuando cumplí 89, corrí 89 veces en la plaza Urquiza. Cuando llegué a los 90, también corrí 90 veces pero en la plaza Independencia, la principal de Tucumán”, recuerda y continúa: “Este año, la banda de música me tocó el feliz cumpleaños, tres de mis nietos me acompañaron durante todo el recorrido y también hubo un grupo de 30 o 40 cambiantes, entre atletas y amigos, que también corrieron”. Un evento acorde a las circunstancias. Una fiesta del campeón.


Ampliemos las vitrinas

En toda cita internacional de atletismo, la Argentina no suele frecuentar los primeros lugares. Aunque siempre hay una excepción a la regla que, en este caso, tiene nombre y apellido: Efraín Wachs. Solamente en 2008, consiguió 21 medallas: nueve títulos argentinos (7 oros y 2 platas) y 12 sudamericanos (8 oros, 2 platas y 2 bronce) mientras que en el último Mundial, disputado en Lahti (Finlandia), le dio al país una medalla dorada, dos de plata y tres de bronce. “En Puerto Rico (2003) conseguí cuatro medallas. En San Sebastián (2005) me quedé con cinco y ahora en Finlandia obtuve seis. Espero que en Sacramento llegue a las siete”, bromeó Efraín, de cara a lo que será el próximo Mundial, en dos años, en Estados Unidos. ¡Que pilas!

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