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Comienzo y final del ciclo

Inconscientes manos lo abrazan, lo llevan. Penetran su ser como pequeñísimas espadas armónicas cargadas de sonidos que invaden. El ser es uno, el sonido es más. Falsas esencias cargadas de bajos, un piano al fondo y su voz. Ahora un ritmo inconsciente, una viola zapando con tonalidades descendentes.


Perfectas melodías sintetizadas en búsquedas de lugares del alma. No es él, no está más. Soledad incondicional, sólo voces, sonidos y ecos rebosantes de perfección. De repente una voz que completa el espectro. Se apaga, se prende, elabora melodías irreconocibles, que no se reconcilian con el gris. Este gris del día, el gris del ser. La búsqueda. El amor que no llega, el sexo que todo lo puede, apaga sus sentidos, cargados de emociones pasajeras, fugaces. El fluir de cuerpos que se entrelazan, cubiertos de sal que no dejan ver. El más allá es el más acá. Niebla, ocurrencias sin filtro, personas que pasan, sólo sombras. Apenas recuerdos emotivos de momentos, que se van, que se escapan. Granos de arena que brotan de sus manos, sus caras se confunden en estrechas situaciones.

¿Y ahora? ¿Cuál será el fin de tal entelequia? ¿Se encuentra? ¿Se busca? ¿Se ubica en tiempo y espacio? Él y ella no son más uno, dos seres que fluctúan en el espacio, el universo ha dispersado sus esencias, caminos que no se cruzan y senderos paralelos los dirigen a un futuro incierto. Se han perdido todas las certezas. El error, el engaño describen su eterno girar a partir del desencuentro. Como perdidos buscan en círculos. No se miran, no levantan la cabeza, se difuminan sus espacios.

Ahora todo es silencio. A lo lejos se perciben sonidos que vuelven a encontrarlos, pero está muy lejos. Ella está muy lejos. Y él está solo, como nunca había estado. Pero el volumen aumenta y lo orienta, el fuego es apenas un color. Rojos, naranjas y amarillos pétalos que se elevan en el horizonte. No se pregunta más, ya nada cuestiona su inevitable destino. Y allí va, es parte del todo, parte de la nada.

Un ejército indómito lo persigue. Se acuesta y espera el final. Cada vez más cerca, cada vez más….

Pero no es lo que quiere y sabe que no. No concluirá su historia con un fade out. Tiene que ser algo abrupto, impensado, ecléctico, coral… Esa premisa lo enciende y con el cuerpo erguido emprende un nuevo recorrer. Esperanzado, con la vista clavada en los posibles sucesos, en el devenir. Y sonríe, sonríe como nunca antes lo había hecho. Se percata del invariable cambio de escenario, de todos los espacios que podrán acontecer.

Ahora un ritmo consciente, una viola elaborando tonalidades ascendentes. Reales esencias cargadas de bajos, un piano al fondo y su voz renovada. El ser es uno, el sonido es más. Penetra su ser como gigantescas espadas armónicas cargadas de sonidos que invaden. Conscientes manos lo abrazan, lo llevan.

Chango

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